Tratar de ver fútbol gratis puede ser un acto póstumo. El naipe viene muy mal barajado. Con todo el esfuerzo que viene haciendo el gobierno nacional y popular para llevarlo por tevé a todos los hogares sin tener que oblar una chirola. Pero no es lo mismo. Pero El Sapo, más conocido en el Registro Civil como Marcelo Britos, de 45 años, se vino en banda cuando le falló la fitogeografía y chau Deportivo Merlo, Los Charros del oeste del GBA, con Instituto Central Córdoba, que encima les ganaron, y fueron diez metros en caída libre, directo contra el piso por más que fuera de tierra. No se gana para sustos. Y más cuando el día antes unos peruanos, en Avellaneda, con un total ilegal puesto de choripán a la salida de la cancha de Racing, habían boleteado a un tripero de un bufazo justo en las tripas y los del CoProSeDe, cualquier cosa por no manchar el nombre inmaculado del fútbol, se desgañitaban empujando el homicidio hacia la vereda de hecho policial cualunque. No hay caso. La realidad se manda orgías pedagógicas y no hay caso. En este van a encarar para el lado de la pobreza, encima que los sapos no vuelan éste quiso ahorrarse unos mangos y disfrutrar en vivo y en directo la sombrita del árbol cuando se aflojaron las ramas. Ni mu cuando Argentino Juniors jugaba de local en Ferro y el edificio de departamentos de atrás de la tribuna larga que enfrente a la oficial era platea de lujo. No de ronga: de lujo. Un catedrático del Derecho, amante muleto incluida, se había comprado un dos ambientes con vistas a la cancha y cuando jugaban los Bichitos Colorados invitaba a lo más selecto de sus amistades, panchos con Jonnhy Walker a rolete, el placer de la transgresión desde el medio de lo perverso del Derecho Romano. Al doctor, menos mal, no se le cayó ninguno porque llegó a invitar diplomáticos. Demás está decir que peronista a muerte el hombre.
La secuencia del último planeo del pobre Sapo a tierra se debió al sentido de la oportunidad del cronista gráfico de Télam y la publicó tal cual La Nación al día siguiente.
La secuencia del último planeo del pobre Sapo a tierra se debió al sentido de la oportunidad del cronista gráfico de Télam y la publicó tal cual La Nación al día siguiente.