El susodicho el día que le bajaron la perpetua, tranquilo como cuando le iban a patear un penal. Ahora quiere ser maestro de pichones aspirantes a crack.
LA GARZA QUE DESPLAZO EL PATO
A fines del año pasado recuperó la libertad Oscar Sosa, más conocido por los alias de Cacho o La Garza, segundo del Gordo Valor (¡todo un valor!) y condenado a cadena perpetua. Por qué salió en libertad no vamos a explicarlo porque si ya el fútbol es un quilombo, meterse con los Tribunales se corre el riesgo de ir a ocupar la vacante que dejó después de casi dos décadas.
La Garza está libre, y listo. Tiene 51 pirulos, blanqueado el pelo y volvió a campanear un cacho e'sol en la vereda, después de ser uno de los pocos tipos que tuvo sobre la mesa y pudo sopesar un millón de dólares. Tal cual: un palito verde. Para elongar y volver a estar en estado se hizo unos trotecitos por los canales, particularmente con alguien sensible para estos temas como Mauricio Goldfarb, (a) Mauro Viale, ex relator de fútbol del Canal 7 del Proceso y después menemista recalciltrante, donde explicó que como todo ex convicto, después de medio centenar de asaltos a camiones blindados y amasijos a custodios, como todo ex convicto buscaba reinsertarse en la vida social normal.
Claro, para eso, hay que trabajar. Y él quería volver al viejo laburo, al que tuvo que dejar de prepo porque lo patearon, allá por fines de los '60, cuando era arquero de la primera de Quilmes y apareció un pibe de las inferiores, un tal Matildo Ubaldo Fillol y lo pusieron al pibe y a él lo mandaron al banco.
Al de suplentes, se entiende, no al Nación. A pesar de que El Pato debutó en la cancha de Boca comiéndose media docena contra Huracán, se quedó él y la Garza del banco (de suplentes) agarró para el rubro blindados (con guita adentro). Ahora se paseaba por los canales porque quiere poner una escuelita de fútbol (sic) y le pedía a los padres que confiaran en él, con todo lo que sabía en la materia y los años que estuvo en cana practicando, les podía enseñar un kilo y tres pancitos a los purretes.
No es que uno quiera echar tierra pero la movida es dura. La Garza se la va a ver como frente a Corbatta o el tucumano Albrecht cuando pateaban penales. No es fácil. Y tampoco fácil que el Pato le dé una mano. Ni siquiera una pata...
La Garza Sosa contó con gran simpatía que efectivamente luego de una de sus correrías tuvo un millón de dólares sobre la mesa de la que era su casa.
-Y hasta lo pesé -confesó.
Interrogado acerca de cuánto pesa semejante fangote de guita, dijo con el mismo tono:
-Once kilos cuatrocientos gramos exactamente -dijo.
¿No sobró un medio kilito, Garza, para hacer bitácoras en la red que sean pipí cucú?
Pero, bueno, gauchos no faltan en la pampa y el desafío está. El padre que quiera que el hijo salga un buen arquero, tiene la opción. Si falla, no hay garantías, viejo, esto no es una oferta de Garbarino, ¿estamos?