Momento preciso en que la sagacidad de nuestro cronista gráfico inmortaliza los primeros ensayos de Claudio y Gustavo para convertir a las sillas en vehículos anfibios, vender el ticket de vuelta en el avión y de paso afanarle las ortopédicas a los giles de los bachichas. El tercero, no identificado por razones de seguridad, no se ve porque va por abajo de la superficie, equipado como hombre rana, también conseguido por los propios medios. Déjense de joder: no hay con qué darnos.
ARGIES HASTA LA MUERTE, CARAJO
Hasta ahora casi se podría decir que la organización del Mundial 2006, a cargo de los estrictos alemanes dueños de casa, es perfecta. A tal punto que el presidente del comité, el inolvidable Franz Beckenbauer, N° 6 si los hubo, aunque un poco medio nazi el muchacho, que anda en helicóptero de estadio en estadio aprovechó el revoltijo y se casó discretamente con una péndex 21 años menor. Todo estaría saliendo como un violín ejecutado por otro teutón si no fuera por los argentinos. Somos el regurgito en medio del adagio. A la cabeza del mercado persa de la reventa de entradas han tomado como objetivo estratégico a los ponjas. Toda una aventura de vida ser barrabrava, conseguirse cruzar el Atlántico gratis para verse de ronga un torneo de semejante magnitud y llegar allá y quedarse con la ñata contra el vidrio para hacer unos euros de diferencia y escucharlo desde afuera o ver las figuritas en las pantallas gigantes porque una característica argie es nuestro proverbial monolingüismo. Si no aparece alguna alma piadosa europeo que parle el castellano, a las señas, como el Penado 14.
El negocio más redondo, de cagadores entre cagadores, es tener una entrada a precio normal, cazar al nipo correspondiente, siempre atrás de una cámara digital como antes estaban detrás de las de video y antes de las de fotos, proceder a desplumarlo porque tienen más guita que los ladrones y acto seguido buscar a un colega piola, pero never argentino, lo que de movida indica indica que lo es apenas al 50% cuando mucho, y comparle la misma entrada pero con un plus mucho menor y ver el partido y quedarse con un vuelto considerable en el bolsillo.
Hay que tomar en cuenta que si los dueños de casa fueran realmente vivos e inteligentes y hubieran cachado esta operatoria cuando quedaron hechos bolsa por los aliados en la Segunda Gran Guerra del siglo pasado, el milagro que se mandaron hubiera sido mucho más milagro. Les faltó el touche argentino para ser realmente una raza superior...
Y ya que estamos en el tema y la rígida estructura alemana, típica del país que le dio a la humanidad, entre otros, a Emanuel Kant, el enviado especial de la agencia oficial Télam detectó a tres jóvenes compatriotas a los que identifica como Gustavo y Claudio, a secas, no se sabe si para no mandarlos a cana a ellos o no mandarse en cana él. Zarpados y con lo justo, anclados a la vera del Rin sin ni siquiera saber decia iá, más en Bolivias que en Bavieras, se encontraron con que el miércoles 21 pasado, dado el compromiso de enfrentar nada menos que a los holandeses, ahora reforzados porque les tuvimos que ceder la Zorriaqueta para que tuvieran una princesa heredera como la gente, de paso, por las dudas, les aportara un suplente porque nunca se sabe y no hicieran papelones, apenas tenían para un pancho con esas salchichas gordas como dieta, todo enchastrado con una montaña de un menjunje más agrio que pegarle a la abuela enferma y las pizarras de la reventa marcaban 500 euros unas entradas en unos lugares en que hay que tener ojos de águila para tratar de ver de qué se trata lo que pasa arriba del césped.
Pero la humanidad está irremisiblemente dividida entre los argies y los otros. Los tres vagos habían ido a ver el partido y lo iban a ver. Ante tal decisión tomada por nativos on the pampas no hay líneas Marginot, cortinas electrónicas, ejércitos de la OTAN ni nada capaces de detenerlos. Las imperfecciones más graves de la organización alemana reside precisamente en su perfección pensada hasta el último detalle. Si no, ahí estaba el cupo de entradas destinada a discapacitados, pobrecitos, cuando, primero, no podían saber si había tantos, si todos los que lo eran iban a ir a la cancha y por último, precisamente por tratarse de discapacitados, criaturitas e'Dios, que diría el Mendieta, jamás pueden llegar a tiempo, máxime si hay argies en la cola dispuestos a picar al vacío, atrás de la última línea de la defensa y ponerse como siempre en la pole position., que para eso fue hecha porque nos está destinada. Después, que no lleguemos primero es otra cosa porque está la conjura mundial contra nosotros, la sinarquía, la envidia y esas cosas.
Así que arreglándose como sea, pero arreglándose, ahí nomás procedieron a alquilar tres sillas de ruedas, los nativos son tan paparulos que no les cabrá en la cabeza, en la putísima vida, pedirle un certificado médico a un tipo que ande en una silla de ruedas si es que no la necesita porque está medio forfai, banderita argentina como mantita en la falda para no andar exhibiendo las secuelas y dando lástima, y darle con las manos a las ruedas de bicicleta con el aro cromado, que tiene lo suyo, no vayan a creer, flor de ampollas y la noche la espalda a la miseria, dándose friegas mutuamente en el hostal media estrella, para colmo con unos catres como de comisaría.
Pero entraron. Y la pelota en el palo de Tevez les hizo dar tal brinco que casi caen con las ortopédicas y todo en la pista de atletismo. El instinto manda, macho, y con la celestiblanca en la cancha no se puede reprimir.
El clima tribunero es contagiante y cuando la plebe le entró a dar tupido, cachaciento y con tutti, al inmortal “el que no salta es un holandés”, el corazón le da un vuelco hasta al más pecho de paloma, ellos nunca habían sido minusválidos y con las banderitas que le servían de mantenitas, Lázaro, levanta y anda, entraron a rebotar contra el cemento de la grada como una pelota nueva y a los bolastrines de los alemanes que estaban alrededor primero los sacudió un nudo de angustia y casi hay que llamar al servicio de urgencia, pero en seguida reaccionaron y luego de persignarse, juntaron sus manos en un rezo y le agradecieron al Señor el privilegio de ser testigos del milagro del fútbol.
Del fulbo argentino, bachichas, porque esta tarde Claudio y Gustavo, más el NN que el enviado especial de Télam no quiso identificar ni por el nombre de pila, van a estar como un solo paralí..., perdón, como un solo argentino frente a los cuates por octavos de final, transportados sobre sus sillas de rueda alquiladas, y encima que para llegar a su lugar especialmente destinado en las tribunas los empujan unas hostes alemancitas, rubitas, amables y dulces como un caramelito.
Volveremos, volveremos,
Volveremos otra vez.
Volveremos a ser...
¿Volver? ¿Cuándo nos fuimos, me querés decir?