
A las 48 horas justas en todos los relojes, el mismo gringo en Sudáfrica, más perdido que Adán el Día de la Madre, después de olfearlo al
Pelusa como se puede apreciar más abajo, pidiéndole incluso perdón, se hace eco de los alemanas que trataron a nuestros
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artistas temperamentales, y le da con un caño, subiéndose al carro de los triunfadores.
Se les da vuelta el paraguas en la tormenta al primer vientecito. Dedíquense al béisbol, chicos. Ni siquiera a la NBA porque ya parecen el Inter, que no tienen un tano ni para poner en las tribunas. De reventar bancos saben un montón, pero de fulbo, nada y encima son oportunistas.