En un duro partido, jugado en Tucumán, por la 1ª B de la Liga Regional, Santa Rosa y Unión Aconquija iban 1 a 1 cuando un delantero local, cometiendo ful, se apoderó de la pelota dentro del área y la mandó a guardar sin más trámites.
El de negro, Manuel Pérez, un apóstol del pito, marcó la infracción previa y anuló la conquista. Los damnificados le llovieron y se le arremolinaron en un tumulto que hasta figura en las prácticas de entresemana, y donde no faltan dedal en el tugets, pataditas por abajo, en las canillas, pellizcones en los riñones, algún cachetazo en la nunca o directamente un gargajo en el hocico:
-¿Qué hacés, hijo de puta? -fue el interrogante más cariñoso.
A todo esto, para participar en el debate, ya había ingresado el cuerpo técnico, algún dirigente, los consabidos allegados (una de las perversiones más grandes que comparte plácidamente el fútbol) y pugnaba por hacerlo el piquete más decidido de la barra local, a la que estaba dispuesto a seguirla todo el resto para lo cual se iniciaron aprestos de retirar directamente el alambrado.
El señor Pérez se dirigió decidido, más que eso presuroso, hacia donde estaban las fuerzas del orden. Les pidió su intervención.
-Si no da el gol, nosotros no damos garantías -fue la respuesta del uniformado de mayor graduación, a cargo del Operativo Especial.
Como en la Argentina, muy particularmente en Tucumán, no existe el respeto a la norma si no el temor a la represión legal, inapelable, el de negro salió otra vez corriendo y marcó el centro de la cancha.
Los que si vinieron al humo, entonces, fueron los de Unión Aconquija, otra vez sacando a relucir la supuesta moral lábil de los antepasados del morcilla.
-Muchachos -dijo en voz baja mientras se agachaba a poner la pelota en el justo centro de la cancha para reanudar el juego-, si no hacemos esto ninguno de nosotros sale de acá vivo. Jueguen como sea los minutos que faltan y roguemos a Dios que nos ayude.
El partido terminó en los rigurosos '90 reglamentarios y el señor Pérez firmó la planilla con el resultado Santa Rosa 2 - Unión Aconquija 1. Días después, ante el Tribunal de Disciplina de la Liga, daba a conocer los hechos y desconocía los datos documentados y rubricados con su firma. En realidad, para él, el resultado había sido empate en 1. Lo otro, para salvar el cuero propio y ajeno.
Manuel Pérez se constituyó en una perla de un collar que es mucho más habitual de lo que la mayoría de los malpensados que abundan en la Argentina pueden llegar imaginar.