EL GORDO MUÑOZ, ETERNO EN EL ALMA DE SU PUEBLO
José María Muñoz, (a) El Gordo o El relator de América, hizo historia. Mejor no detallar de qué tipo. Fue un obediencia debida, hombre encuadrado de civil dentro del Edificio Libertador toda su vida y de hecho, con su trayectoria, resaltó la esencia bélica del deporte. Pero la anécdota que se quiere recordar aquí tuvo lugar durante el Campeonato Metropolitano de 1972, todo bajo la correspondiente dictadura de turno, cuando Boca y Lanús jugaban en la Bombonera bajo la lluvia. A los 35´ le regalan un penal a los locales Boca estando el partido 2 a 2. Los granates se le van encima al humo al árbitro, un bombero sin uniforme de entonces.
El partido estuvo suspendido 10’ por los despelotes.
Dante Zavatarelli tuvo un lugar preponderante en ese equipo de trabajo. Sobre todo por la rareza de su nivel cultural, su presencia impecable y pulcra, el culto al moñito que no se lo sacaba ni para ir al Caballeros, tal vez de algún modo concordante con la moralina de su Comandante en Jefe que se enroqueció pregonando los buenos modales en las canchas argentinas, como cuando se trenztrenzo en desigual polémica con Clemente de Clarín, previo al Mundial 78, por el uso de los papelitos.
Torturas, secuestros y asesinatos, sí, puede ser, pero todo con prolijidad. Y Zavatarelli, siempre empilchado como un dandy, hacía cancha, césped. Un adelantado para el periodismo de la época. En medio de semejante despelote y bajo la lluvia, como todo hombre con conciencia profesional del oficio, mojándose hasta los tuétanos, micrófono en mano, estaba cuando sumo a un metro de los acontecimientos, procurando que no saliera al aire los diálogos académicos entre los jugadores y algunos recuerdos familiares para el árbitro.
Las preocupaciones de Muñoz en el medio del despelote eran otras porque en aquella época, como en anteriores y ahora, adentro de una cancha, hay de todo. Incluso los jugadores a cargo del partido. Y el Gordo era un pulcro de las buenas costumbres. Quería lo imposible: que los argentinos mantuvieran un buen comportamiento y sobre todos los extranjeros dijeran que además de los bifes de cuadril, éramos bien educados.
-¿ Zavatarelli? -largó el "Gordo" al aire en un momento dado.
-Sí, José María –respondió al toque el bueno del Dante porque allí reinó siempre el orden y la disciplina cuartelera
-El hombre del piloto blanco –dijo Muñoz-. Ese señor alto que está al lado del referí, seguramente un particular de los tantos que siempre hay y que no tienen que estar, ¿qué tiene que hacer ese señor de la cancha? Hay que terminar con los particulares que ingresan al campo de juego. Averigüe quién es y me lo dice.
-Soy yo, Muñoz -respondió Dante Zavatarelli sin dejar pasar un segundo, con tono neutro, también para la historia.